Trauma relacional: cuando el daño viene del vínculo
- Vera Psicología

- 22 oct
- 4 Min. de lectura

¿Qué es el trauma relacional?
El trauma relacional es una herida psicológica que no proviene de un suceso puntual, sino de vínculos prolongados marcados por la inseguridad, la negligencia emocional o la falta de sintonía afectiva.
Se gesta habitualmente en los primeros años de vida, pero puede aparecer también en relaciones adultas significativas. A diferencia de lo que muchas personas creen, no hace falta que haya existido violencia explícita. De hecho, en muchos casos, el daño proviene de lo que faltó: la presencia emocional, la validación, el cuidado sensible.
En psicología, lo entendemos como un trauma de apego, una forma de sufrimiento que impacta en el desarrollo del sentido de sí mismo y de la capacidad de confiar en los demás.
¿Cómo se forma?
En contextos relacionales donde:
El afecto era condicionado a la obediencia o el rendimiento
No se toleraban emociones “incómodas” como la tristeza, el enfado o el miedo
Las figuras adultas no pudieron ver, sostener o comprender las necesidades emocionales de la niña o el niño
Hubo invalidación constante, sobreprotección intrusiva, negligencia o rechazo
El sistema nervioso del menor aprende que el mundo no es un lugar seguro y que sus emociones no tienen cabida. A menudo, la única forma de mantener el vínculo (y, por tanto, la supervivencia emocional) es adaptarse: silenciarse, volverse complaciente, perfeccionista, desconfiado o desconectado.
Este patrón de funcionamiento se mantiene en la vida adulta. Y es entonces cuando la persona puede empezar a sufrir sin saber por qué.
Manifestaciones frecuentes del trauma relacional
Aunque cada persona es única, hay señales que se repiten con frecuencia en consulta:
Relaciones marcadas por el miedo a la pérdida o al abandono
Dificultad para poner límites sin sentir culpa
Conflictos de pareja repetitivos y desbordantes
Baja autoestima que no mejora a pesar de los logros
Hipervigilancia emocional: “estar siempre en alerta”
Tendencia a evitar el conflicto a toda costa o a estallar sin saber por qué
Dificultad para conectar con el propio cuerpo, las emociones o las necesidades
Estas respuestas no son defectos personales, sino estrategias de supervivencia emocional que en su momento fueron útiles.
Diferencias con otros tipos de trauma
El trauma relacional no suele surgir de un hecho concreto y traumático, como un accidente o una catástrofe natural (lo que llamamos “trauma tipo I”), sino de una acumulación de experiencias relacionales no reparadas o dañinas.
Tampoco siempre encaja en el “trastorno de estrés postraumático” clásico, porque sus síntomas son más difusos, crónicos y relacionales. Por eso, durante años muchas personas han vivido con este tipo de trauma sin saber que lo que les pasaba tenía nombre y se podía abordar terapéuticamente.
¿Cómo lo abordamos en terapia?
Desde Vera Psicología, trabajamos el trauma relacional desde un enfoque integrador, que considera tanto la dimensión emocional como la corporal y relacional del sufrimiento. El objetivo no es “superarlo” de forma rápida, sino ir acompañando los ritmos internos, reconstruir una narrativa coherente y favorecer una mayor conexión con una/o misma/o.
Algunas claves del abordaje que ofrecemos:
Relación terapéutica segura y reparadora: la base del cambio no es la técnica, sino el vínculo. Desde ahí, se reconstruye la confianza.
ICV (Integración del Ciclo Vital): para abordar recuerdos sin necesidad de revivir el trauma emocionalmente, reordenando la memoria implícita.
Terapia corporal y técnicas somáticas: cuando el cuerpo guarda lo que la mente bloquea. Trabajamos desde la base fisiológica del trauma.
Perspectiva de género: el sufrimiento no se vive igual para todas las personas. Incorporamos una mirada crítica y respetuosa con la historia vital, la identidad y el contexto.
Enfoque contextual y sistémico: no trabajamos solo el “síntoma”, sino el entorno relacional, los mensajes internalizados y los patrones aprendidos.
¿Por qué puede ser tan difícil identificarlo?
Porque muchas personas que han vivido trauma relacional desarrollan una gran capacidad de adaptación. Funcionan, trabajan, cuidan, hacen lo que “deben”… pero por dentro, sienten un vacío o una tensión constante que no saben explicar.
Otras veces, han normalizado tanto su historia que cuesta nombrar el dolor. Escuchamos frases como:
“Mis padres hicieron lo que pudieron”
“No me pasó nada grave, no debería sentirme así”
“Yo era una niña muy buena, no daba problemas”
“Siempre me he sentido como si estuviera fuera de lugar”
La terapia ayuda a dejar de minimizar esas experiencias y empezar a comprenderlas desde un lugar de compasión y validación.
¿Y si empiezo terapia y no sé por dónde empezar?
Es lo más habitual. El inicio del proceso no requiere que tengas todo claro ni que puedas explicar tu historia “bien”. Solo necesitas un espacio seguro y profesional donde puedas ir acercándote a ti, poco a poco.
En Vera Psicología, acompañamos desde ahí: sin prisa, sin juicio, con una escucha profunda y adaptada a ti.
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El trauma relacional puede sanar, no desde el esfuerzo, sino desde el cuidado.
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